sábado, 9 de febrero de 2008

Antonio Anglés Martins.

La tranquila vida del pueblo de Alcasser se vio tremendamente afectada la noche del 13 de noviembre de 1992.

Tres niñas de 14 y 15 años de edad habían desaparecido, y no existían rastros, noticias ni pista alguna que pudiera indicar su paradero.



TOÑI




DESIRÉ




MIRIAM



71 días pasaron antes de tener noticias de ellas, pues el 27 de enero de 1993 se conoció el trágico desenlace: las jóvenes habían sido torturadas, violadas y asesinadas.

Dos apicultores encontraron los cuerpos en una fosa de un paraje cercano a Tous.

Antonio Anglés Martins, se convirtió desde ese mismo momento en el hombre más buscado por la policía, el estado y hasta la opinión pública.


Antonio Anglés Martins nació en Sao Paulo (Brasil) el 25 de septiembre de 1966, pero tan solo vivió seis meses allí antes de trasladarse a España.

Según sus familiares y conocidos, era un delincuente habitual y de carácter muy violento, pues solía dar palizas a su padre, tenia antecedentes por robo, atraco y trafico de drogas y era aficionado de la comida vegetariana.

Los antecedentes:


Ya había pasado varias temporadas en la cárcel, en una ocasión por encadenar, golpear y torturar a una ex-novia, a la que había acusado de robarle varios gramos de heroína.

La mujer salvó su vida gracias a la intercesión de la madre y hermanos de Anglés. Este hecho le costó seis años de condena.


Anglés supo aprovechar muy bien los permisos penitenciaros que se le otorgaron. Poco a poco comenzó a pasearse por el pueblo con total impunidad, hasta que en uno de esos permisos de salida de la cárcel se transformó en una la huida perfecta.


“Son todas unas putas y un día me voy a cargar a una”, solía repetir Anglés, y aunque sus palabras pudieran sonar como una simple amenaza, sus presagios se concretaron la fatídica noche del 13 de noviembre de 1992.


Anglés, también conocido como “Rubén”, se encontraba paseando en el auto de su amigo Miguel Ricart (un delincuente común y único inculpado por este crimen), en busca de un poco de diversión, la diversión propia de un psicópata que se crió prácticamente en la calle.

De repente, se presentó lo que tanto ansiaba: tres niñas, Miriam, Toñi y Desirée, que se encontraban haciendo autostop en una gasolinera, con el fin de asistir a una fiesta de su colegio que se llevaría a cabo en la discoteca del pueblo. “¿Vais a Coolor?”, preguntó Anglés, haciendo referencia a la discoteca a la que se dirigían. Las jóvenes subieron al automóvil. Ni se les cruzó por la cabeza lo que les ocurriría unas horas después.


Llegando a Coolor, Anglés le dijo a Ricart que siguiera de largo. Las niñas empezaron a gritar, entonces Anglés sacó su pistola, las golpeó con la culata del arma y posteriormente las ató. El “Rubio”, como llamaban a Ricart, condujo el automóvil hacia Catadau.

Anglés se dirigió hacia el lugar donde solía refugiarse habitualmente, la caseta de La Romana, allí sería donde se concretarían los hechos.


Entre gritos, sollozos, llantos y golpes, dos de las niñas fueron violadas tanto por Anglés como por Ricart. Los criminales quedaron agotados por toda la faena, así que decidieron atar a las niñas y regresar al pueblo en busca de un poco de comida.


Al regresar, dos de las jóvenes estaban moribundas debido a las diversas heridas sufridas, la otra lloraba desconsoladamente. Anglés y Ricart se tomaron el tiempo suficiente para cenar antes de continuar con su fiesta privada. Casi les llevó dos horas poder dominar a esa tercera niña, después de violarla, la volvieron a atar y la dejaron con las demás.
Mientras trataban de dormir, en las colchonetas que allí había, los llantos y quejas de las niñas no dejaban descansar a Anglés, que visiblemente molesto decidió terminar con todo. “No me va a pasar como la otra vez”, le dijo Antonio a Ricart, haciendo referencia al incidente que lo había llevado en prisión.

Cogió el pico y la azada y comenzó a cavar la fosa. “Sin cadáveres no hay crimen”, agregó.

Posteriormente desataron a las jóvenes, que dejaron de llorar, creyendo que a pesar de la traumática situación que habían vivido iban a volver a sus casas.

Pero esto no ocurrió.


Las niñas comenzaron a caminar cuesta arriba, cuando se toparon con la fosa. En ese instante, el semblante de las muchachas cambió por completo. Los gritos y llantos comenzaron de nuevo. Se temían lo peor. Anglés puso dos piedras en una camiseta y empezó a golpearlas. A una le clavó un cuchillo en la espalda. Las obligó a arrodillarse, sacó el arma de fuego, apuntó y les disparó en la cabeza, a sangre fría. Después de vestirlas, las tiraron a la fosa y las taparon con tierra.

Recogieron los casquillos de los proyectiles y limpiaron el coche. Uno de los más brutales crímenes de la historia reciente española estaba finalmente consumado.


A partir de entonces comenzaría una lucha sin cuartel para tratar de encontrar a los asesinos. Pero ni siquiera habían aparecido los cadáveres.

Mientras todos los medios de comunicación se agolpaban en Alcàsser haciéndose eco de la desaparición de las niñas, Anglés se paseaba por el pueblo como si nada hubiese sucedido. Pero en Enero, después de una intensas lluvias, la tierra se ablandó y aparecieron los cuerpos, dos apicultores que cuidaban sus panales, se toparon con la consabida fosa.


A los asesinos se les habían pasado algunos detalles por alto: un guante de Ricart, un volante de la Seguridad Social a nombre de Enrique Anglés y un casquillo también había ido a parar a la fosa.
Instantáneamente, la búsqueda se desplegó sobre un único objetivo: atrapar al asesino, que ahora tenía nombre y rostro, y era el de Enrique Anglés, aunque mas tarde Ricart inculparía a Antonio. Los periodistas saturaron los medios de información con la noticia de que la caída del asesino era inminente.

Por su parte, Anglés, cuando se enteró de la aparición de los cuerpos, le arrebató a su madre el dinero que había cobrado por un crédito y emprendió su fuga minutos antes de que fueran a buscarlo.


La Búsqueda:


Una de las búsquedas más intensas y misteriosas que puedan registrarse en la Criminalística española daba comienzo.


Miguel Ricart, quien no había escuchado las últimas noticias, se dirigió a buscar a Anglés.

Fue atrapado por la policía en la puerta de la casa de Antonio, cuando este ya se había fugado minutos antes. Tiempo después asumiría su parte de responsabilidad en los hechos y declararía todo lo que había ocurrido con lujo de detalles.

Fue condenado a 170 años de prisión. Pero Anglés, el principal instigador y responsable, todavía estaba desaparecido.
A partir de ese momento, Anglés pasaría de ser un delincuente común a un mito de dimensiones públicas llegando a convertirse en el delincuente más buscado por la Policia. Su instinto de supervivencia le permitió conseguir salir de España y llegar a Portugal.
Supuestamente, cruzó la frontera a pie y llegó a Lisboa, donde trabó relación con un drogadicto de la zona portuaria, apellidado Gonzálvez, que lo ocultó durante varios días en su casa a cambio de dinero.
La idea de Anglés era escapar a México o Brasil, pero los acontecimientos se lo impidieron. El cerco que la Policía portuguesa había establecido para capturar a un asesino de prostitutas le obligó ha enrolarse como polizón en el “City of Plymouth”, con destino a Irlanda. Era el 18 de marzo de 1993 y la policía española seguía su pista.


La tripulación se percató de que había un polizón entre los navegantes. Lo encerraron en una de las habitaciones, con doble cerrojo. Cuando llegaron al puerto, comprobaron que había desaparecido. Según los marineros, se arrojó al agua por uno de los ojos de buey del ferry, o tal vez había sobornado a algún tripulante para que lo dejase escapar. Si Anglés tuvo que saltar al agua helada, perfectamente podría haber muerto. Pero lo cierto es que ninguno de los cadáveres que llegaron a las costas del Mar del Norte correspondía con el de Anglés. Un bote de emergencia del City of Plymouth apareció flotando.


Esta fue la última pista cien por cien fiable que se obtuvo de Antonio Anglés, el asesino de Alcàsser. Multitud de pistas a lo largo y ancho del globo irían sucediéndose como un reguero de pólvora. Se especuló sobre si llegó a Londres, fue visto en Brasil, en Miami, en Montevideo, en la República Dominicana y también en Buenos Aires.Todas pistas verificadas, y ninguna comprobada.


Hasta aquí llegan los datos aportados por las versiones oficiales, las que se han ido tejiendo tras largos años de investigaciones en torno al caso. En torno a este caso se han dicho demasiados disparates en alusión a este cruel crimen y sobre su asesino. Falsos rumores muchas veces alimentados desde los mismos medios de comunicación.

Lo único totalmente cierto es que de Anglés nunca más se supo nada.